Monday, 20 de May de 2024


Con Peña Nieto, las mujeres están en segundo plano




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En el gobierno del priista Enrique Peña Nieto la misoginia es cosa natural, pública y cínica. En días pasados, el gabinete del mexiquense hizo pública la declaración patrimonial y el tabulador de sueldos y salarios de los funcionarios de primer nivel. En un evento abierto y ante la opinión pública, sin recato alguno, Peña Nieto y su gobierno nos informaron que las tres mujeres que componen el denominado gabinete legal —Rosario Robles, Mercedes Juan López y Claudia Ruiz Massieu— ganan menos que sus homólogos. El trabajo de la mujer, en “el nuevo PRI”,es minusvalorado.  

 

En efecto, ni por el hecho de que al menos una de las tres dependencias es considerada como de primer nivel —Desarrollo Social—, el sueldo de su titular, Rosario Robles, se asemeja al de otras secretarías. Por ejemplo, el titular de Trabajo y Previsión Social, Alfonso Navarrete Prida, mensualmente devenga por dicha responsabilidad poco más de 205 mil pesos. La señora Robles gana mucho menos, pues percibe 134 mil pesos. Ante las críticas que lógicamente sobrevinieron, el gobierno federal reaccionó señalando que se trababa de los tabuladores que las dependencias siempre han tenido por años, y que el hecho de que algunos secretarios ganen más que otros es cosa de parámetros administrativos decretados desde tiempo atrás. Los argumentos del gobierno no resisten defensa alguna, pues no puede sostenerse bajo ninguna circunstancia que “casualmente”las únicas tres damas que integran el gabinete sean las que perciben menos emolumentos por su trabajo. Además, secretarías como la de Desarrollo Social, desde que tengo uso de razón, está inserta en el tabulador “A” del gobierno federal, esto es, se trata de una dependencia con sueldos y salarios del más alto nivel.

 

 

La transparencia es uno de los grandes logros de la transición a la democracia que se vive en el país desde la década de los noventa, concretamente un avance que llegó con el PAN. Sin embargo, corre peligro en la medida en que el PRI regresó al poder, no sólo por la nefasta historia de opacidad y corrupción que se conoce del tricolor acreditada por décadas, sino porque en el primer acto público relativo al tema, prevalecieron el caos y las verdades a medias. Y no nos referimos al ridículo que hizo el presidente con el desconocimiento —ignorancia, pues— del significado del acrónimo IFAI, sino de las declaraciones patrimoniales incompletas y hasta falaces de todos los miembros del gabinete, incluido el propio Enrique Peña Nieto. Como tal, sin precisar bienes, valores, deudas y otras exigencias mínimas de las declaraciones patrimoniales democráticas, la transparencia claudicó ante la obscuridad del gobierno priista. Muchos, por cierto, seguían burlándose del presidente Peña Nieto por la pifia del día relacionada con el IFAI y soslayaron lo verdaderamente importante, es decir, las declaraciones patrimoniales que venían incompletas y, en el mejor de los casos, confusas. Lo único transparente de las declaraciones que se hicieron públicas aquel día fue justamente el tema de los sueldos y salarios, y esa semi transparencia sirvió para conocer que tenemos un gobierno federal misógino.

 

 

Lo curioso del caso es que el PRI, por voz de muchos de sus porristas, siempre ha tildado a Acción Nacional de ser un partido que desdeña a las mujeres, lo cual es absolutamente falso. Para tal efecto, siguen replicando casos añejos, viendo la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio. Y para muestra, el botón de los sueldos menores de las mujeres en el gabinete federal. En cambio, orgullosamente podemos afirmar que el PAN nunca ha dado pena en temas tan neurálgicos como éste, pues desde los tabuladores siempre debe haber una exigencia de equidad de género, sin ambages. Por eso el PAN es el partido que por primera vez promovió el voto para la mujer, el que presentó dicha iniciativa antes que el PRI pudiera aceptarlo allá por 1953. Porque para ratificar la convicción de ciertos principios, no basta el discurso sino las acciones de gobierno y, en este caso, el PRI confirma la opacidad a la cual está históricamente acostumbrada y la misoginia que disimula bien, pero de la cual es promotor.

 

 

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